Antes del servicio dominical, mi devota madrastra me pilló dándome placer. Temida de sermón, le supliqué discreción. Ella obligó, ofreciendo una habilidosa mamada y un ferviente creampie en posición de rodillas.
Al amanecer el día santo, mi devota madrastra me pilló en un estado comprometedor, con los ojos de par en par conmoción al ver mi excitación.La iglesia se hizo señas, y me atreví a no arriesgarme a ningún incidente desagradable.Con un fuerte resplandor, ella me marchó a la recámara, con su amplio culo balanceándose mientras me llevaba sobre la cama, sus voluptuosas curvas acentuadas por su vestido de encofrado.Su pecho maduro y su amplio derriere eran un espectáculo para contemplar, un marcado contraste con su comportamiento piadoso.Se agachó, presentando su amplio culazo, y no perdí tiempo en hundir mi palpitante miembro en ella.El ritmo de nuestro amor se intensificó al subir la escalera del placer, culminando en un acalorado clímax que dejaba su bien torneado culo lleno de mi semilla.La vista de ella, todavía enfundida en su domingo mejor, era un testimonio de los deseos carnales que yacían debajo de su venda religiosa.Nuestro prohibido era un revuelo de broncecimiento, un servicio de santamiento al servicio de la iglesia que seguía la santidad del santándulo que siguió a la sante santudencia de la iglesia.
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